¿Que es el diezmo?
El diezmo en la Biblia
El primer diezmo registrado en la Biblia fue el dado por el patriarca Abram (después llamado Abraham) al sacerdote Melquisedec en acción de gratitud en Génesis 14, 20 tiempo antes de que se instituyera el diezmo para los sacerdotes levitas, aunque solo lo hizo una vez.
Introducción
En su sentido literal, el diezmo es la décima parte de todos los frutos adquiridos, que se debe entregar a Dios como reconocimiento de su dominio supremo (Cf. Levitico 27, 30-33). El diezmo se le ofrece a Dios, pero se transfiere a sus ministros. (Cf. Num 28, 21).
El diezmo es una práctica de la antigüedad (tanto entre los babilonios, persas, griegos y romanos, como entre los hebreos). También, es ley en la actualidad entre los musulmanes, judíos y muchos grupos cristianos.
El diezmo en el Antiguo Testamento
Aparece ya en Gn 14 cuando Abraham ofrece el diezmo al sacerdote Melquisedec.
En Gn 28, Jacob da el diezmo de todas sus posesiones al Señor.
Según la ley Mosaica, el diezmo es obligatorio. “el diezmo entero de la tierra, tanto de las semillas de la tierra como de los frutos de los árboles, es de Yahveh; es cosa sagrada de Yahveh.” (Levítico 27,30, Cf. Deut., 14, 22). En el Deuteronomio no solo se menciona el diezmo anual, sino también un diezmo a pagarse cada tres años (el año de los diezmos). La tribu de los Levitas (tribu sacerdotal) no heredó la tierra como las otras tribus de Israel. En vez de ello, recibían de las otras tribus, por ser representantes del Señor, el décimo de lo que la tierra producía, incluso del ganado. Ellos a su vez debían ofrecer al sacerdote una décima parte de todo lo recibido.
El diezmo de A.T. tiene una importante orientación también hacia la caridad con los pobres:
“El tercer año, el año del diezmo, cuando hayas acabado de apartar el diezmo de toda tu cosecha y se lo hayas dado al levita, al forastero, a la viuda y al huérfano, para que coman de ello en tus ciudades hasta saciarse” Deuteronomio 26, 12
El Diezmo en el Nuevo testamento
Cristo no rechaza el diezmo, pero enseña una referencia nueva: Dar ya no el 10 % sino darse del todo por amor, sin contar el costo.
En ninguna de las cuatro veces que el diezmo aparece en N.T. (Mt 23, 23; Lc 11, 42; Lc 18, 12; Hb 7, 2-9) se nos enseña a guiarnos por esa medida. La Nueva Alianza no se limita a la ley del 10% sino que nos refiere al ejemplo de Jesucristo que se dio son reservas. Jesús vive una entrega radical y nos enseña que debemos hacer lo mismo. Él nos da el siguiente modelo:
Llegó también una viuda pobre y echo dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: “Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del tesoro. Pues todos han echado de los que les sobraba, esta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir.” Marcos 12, 42-44.
El corazón traspasado de Jesús es el modelo de entrega total. Se entregó hasta la muerte en el calvario, hasta la última gota de su Preciosa Sangre. Jesús nos da Su gracia para saber dar y darnos como Él se dio. Todo le pertenece a Dios y somos administradores de nuestros recursos según el Espíritu Santo ilumina la conciencia.
San Pablo enseña y vive la misma entrega radical:
“Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza.” 2 Corintios 8,9 Y el deber de mantener a los ministros: “¿No sabéis que los ministros del templo viven del templo? ¿Qué los que sirven al altar, del altar participan?” 1 Corintios 9, 13.
Esta medida del NT ya estaba prefigurada en el Antiguo: Eclesiástico 35,9
Da al altísimo como él te ha dado a ti, con ojo generoso, con arreglo a tus medios.
Es decir, da como Él te dio, ya no un porciento sino según tus posibilidades.
La enseñanza de la Iglesia
Basado en las escrituras, algunos escritores antiguos presentan la obligación de ayudar a la Iglesia como una ordenanza divina que obliga a la conciencia. Ya se legisló sobre la contribución a la iglesia en la carta de los obispos reunidos en Tours (567) y en los cánones del Concilio de Macon del 585. Al principio la contribución se le pagaba al obispo, pero más tarde el derecho pasó a los sacerdotes parroquiales.
El catecismo de la Iglesia Católica solo menciona el diezmo una vez, y está en referencia a la responsabilidad del cristiano hacia los pobres, fundamentada ya en el Antiguo Testamento:
En el Antiguo Testamento, toda una serie de medidas jurídicas (año jubilar, prohibición del préstamo a interés, retención de la prenda, obligación del diezmo, pago cotidiano del jornalero, derecho de rebusca después de la vendimia y la siega) corresponden a la exhortación del Deuteronomio: “Ciertamente nunca faltaran pobres en este país: por esto te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra.” (Dt 15, 11). Jesús hace suyas estas palabras: “Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis” (Jn 12,8). Con esto, no hace caduca la vehemencia de los oráculos antiguos: “comprando por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias…” (Am 8,6), sino que nos invita a reconocer su presencia en los pobres que son sus hermanos –Catecismo 2448- 2449.
La enseñanza del catecismo sobre la obligación de ayudar a la Iglesia, #2043:
El quinto mandamiento (ayudar a la Iglesia en sus necesidades) señala la obligación de ayudar, cada uno según su capacidad, a subvenir a las necesidades materiales de la Iglesia (cf. CIC can 222)
La Iglesia enseña la doctrina Paulina sobre la obligación de los fieles de contribuir generosamente con las necesidades de la Iglesia según sus posibilidades, por la manera en que lo hacen no ésta definido por la ley. La medida es el amor y la capacidad de cada uno.
¿Qué es más exigente dar el diezmo o dar el corazón?
Creo que depende de la pureza del corazón. El corazón de Cristo se dio por entero y nos enseña a hacer nosotros lo mismo.
Algunos en la Iglesia recomiendan el diezmo, como una forma de establecer una contribución proporcional a las ganancias. Pero debe entenderse según el espíritu evangélico de una entrega de corazón por amor. Personas con recursos podrían dar mucho más, mientras que, para un pobre, dar el 10% podría significar negarles a sus hijos el alimento.
Conclusión:
Debe quedar claro que, al no precisar una cuota, la Iglesia no exime de la obligación de contribuir, al contrario, nos enseña que el cristiano debe dar a la medida de Cristo y por amor a Él, según las necesidades de la Iglesia y sus propias posibilidades. Dar es una obligación y también un privilegio, un gozo, porque es parte integral de nuestra vocación de hacer todo para propagar su Reino de Dios.